Soy
de las que opina que al día le faltan horas, que en algún momento de la
historia, alguien metió un recorte al día y nos lo comimos con patatas
sin escrachear ni nada, porque a mí, desde luego, con veinticuatro horas
no me da para hacer todo lo que tengo que hacer, besar incluido. A
veces, voy tan acelerada que mando los besos por whatsapp y hasta los
abrevio: Bss, Bs, Mua o pego un icono de esos que tiene un corazoncito
junto a los labios y me quedo tan ancha. Imagínate sacar 46 horas 24
minutos y 9 segundos para besar, tendría que hacerlo durante un año
sabático.
Por
otra parte, un beso de 50 horas pierde la esencia ¿no? ¿En qué momento
deja de ser beso y empieza a ser rutina o centrifugado? A mí esto me
pasa con los gin tonics. Me gusta proponerlos, imaginármelos, pedirlos,
experimentar con nuevas ginebras y combinar con tónicas envasadas en
botellas bonitas- de esas que dan ganas de coleccionar- y me encanta
probarlos. Pero, una vez que me pongo a ello, me duran mucho, demasiado.
Y al cabo de un rato, cuando todos han acabado su copa, sigo yo
mareando la mía, dando sorbitos de pájaro, hasta que mis amigos deciden
que es hora de marcharse y acabo diciéndole a alguien : “Acábate mi gin
tonic, que no quiero más”. Pues con los besos igual, 50 horas de beso me
parecen muchas horas, seguro que acabaría diciéndole a alguna amiga:
“Oye, sigue besándolo tú, hija, que yo no me voy a terminar este beso…”
Los
besos no son más besos por la duración, sino por las ganas, por la
necesidad de darlos, porque como decía alguien a quien conocí y que
besaba realmente bien: “siento que al besar se me sale el alma por la
boca”. Me gustó tanto que se lo copié y lo integré en mi primera novela,
que se te escape el alma por la boca es la mejor definición de aquellos
besos inevitables, incontenibles, los que provocan electricidad, esos
que, después de darlos, te dejan la sensación de que podrías morirte
sabiendo que has conocido la excelencia.
Tuve
un novio en la adolescencia que decía que besar es acariciarse por
dentro y también me gustó su sentencia. Bueno, es que él me gustaba
mucho y todo lo que decía me sonaba muy bien, hasta que lo dejamos y
pensé que por mí podía ir a acariciarse por dentro con el mismísimo
Satanás, porque a mí no me besaría nunca más. Con los años dejé de tener
malos pensamientos y ahora nos mandamos “muas” por whatsapp, tan
amigos.
Claro,
una habla de besos y podría parecer que sólo se refiere aquellos que le
das a alguien que te atrae de aquella manera, pero no. Cuando hablo de
besos, hablo de todos, de los que le das a tu madre en un intento de
volver a anudar el cordón umbilical que te unía a ella hace taitantos
años; los que te dan tus sobrinos, que te barnizan de babas mezcladas
con caramelo; los que les das a tus amigas, a tus amigos, esos que
están, los que siempre están; los que le diste a tu padre cuando sabías
que quedaban pocas ocasiones para besarlo; los que le das a un
desconocido tratando de demostrar, con un solo gesto, que quieres
acogerlo, integrarlo, hacer que se sienta bien; los que le das a alguien
que sabes que no suele recibirlos y que provocan un brillo instantáneo
de ojos en el receptor y el emisor; Y hasta los de mi gato.
Sí,
un día le pregunté a Carlos, mi amigo veterinario, si era conveniente
besar a mi gato – nunca en el hocico, que en eso soy estrecha y
escrupulosa a partes iguales -. No sabía yo si comérmelo a besos- en
plan inglesa solterona de novela- sería buena idea, que los gatos son
muy suyos…Y Carlos me dijo que sí, que él lo interpretaría como una
muestra de cariño como otra cualquiera. Y comprobé que era cierto, que
lo agradecía con un gesto inequívoco, cerrando los ojos e inclinando la
cabeza, o sea, como tú, como yo, cuando llega alguien y te besa en el
cuello. Jura que no cierras los ojos e inclinas la cabeza tratando de
pegarla a tu hombro. Y a tu hombre… o mujer.
Besar
es un placer genial, sensual, que habría dicho la gran Sara Montiel si,
en vez de tener cerca la boquilla de una pipa, hubiera tenido la boca
deseada. Besemos por encima de nuestras posibiulidades y no seáis ratas,
que no se gastan. Besos para todos.
NOTA
DE LA AUTORA: Si me dan a elegir entre besito, besote o besazo – eso
que nos ha dado a todos por decir últimamente- me quedo con beso, así
sin más. Ni menos.
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