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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Giambattista Vico

“El hombre primero siente necesidad,

luego busca utilidad, seguido atiende el confort,

después se divierte con placer, de ahí se disuelve en lujo,

y finalmente se vuelve loco y desperdicia su sustancia.”

''Cuadernos sobre Vico''

Los tiempos están cambiando. Nada nuevo, pues siempre se hallan cambiando. Sólo sucede que, a veces, no nos percatamos; y otras veces, simplemente, los hombres y las instituciones se dejan llevar por un inexplicable conformismo de la aceleración; tal vez novismo, o sencillamente el cacareado ‘signo de los tiempos’. Llega un momento en la vida en que el tiempo nos alcanza, en que –parafraseando a Cernuda– nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él. Como a los hombres, también a las instituciones les afecta la aceleración, especialmente cuando se trata de su ritmo de producción y de sus proyectos de acción, pero también cuando se trata de comprender la hermosura de su presencia o el intemporal álveo donde germinan las ideas. Los molinos de los dioses muelen despacio, reza el proverbio clásico. Nada se ha hecho de repente, esgrimía sentenciando Vico.